Mercedes
Gómez de la cruz.
100 muñecas
Ed.junco y capulí, Rosario, 2004
Por Carla Alanis
Anahí Mallol abre
con una cita este libro, no le gustan las muñecas, Mercedes
Gómez de la Cruz toma esta cita no inocentemente , apuesta
al juego, a la infancia, a lo femenino y también responde haciéndose
adultamente responsable, desde su espacio de escritura, como poetisa
nacida en los años bajos los cuales surgieron “los poetas
de los noventa” al trazo inteligible propuesto precisamente
por Anahí Mallol entre la “poesía chabona”
y “lo diminutivo y naif” de la poesía femenina.
100 muñecas es una respuesta poética
a ello, una respuesta juguetona porque parece recuperar la
infancia pero la distancia del adulto que la recrea y su intención
no hacen más que corromperla, lacerarla allí donde la
muñeca pierde el sentido, en su sexo; aquí son violadas
(aunque la violencia del acto se percibe doblemente, primero el llanto
por la agresión y luego por la sonrisa posterior) , deseadas,
tragan leche (“lechita espesa”), las alabanzas recaen
sobre sus cuerpos “esbeltos” y el placer de jugar a ser
madre es libidinoso y sádico.
El sujeto aquí enunciado es una madre aniñada que también
se hace muñeca, fetiche, objeto del juego y de placer ante
otro, masculino, deseante de placeres al que se le ofrece el horror
del encuentro, el sexo cercsno a la muerte: “Seré
tu villana, Pepe, / la que te encierra / y aprisiona. / La que se
uelve buena/ por tu mirada irresistida./ (...) Dulce, dulce Pepe,
/ I´d like to be your doll.” o “el juego
de la prisión, / del horror” como consecuencia del
abrazo y también las tetas, “armas de fuego”.
El sujeto alaba la voluntad inexistente de la muñeca que le
permite jugar a ser sádica o sodomizada eliminando lo naif,
explotando la docilidad del cuerpo y del lenguaje.
El lenguaje también se degrada en la lengua (“Io voglio
jugare un jogo / dell´inteligentzia, de la sapiensa, / un jogo
de parole/ une letra par estanza, // sabor del juego, como el jugo”)
en el gozo del sonido el lenguaje se hace todavía más
infantil y voluptuoso en los poemas que cierran el libro, el sentido
disminuye en favor del sonido; y en la ironía de quien elige
jugar con muñecas dentro de una incipiente ¿historia
de la poesía argentina? O simplemente posibles vías
aún en exploración de lo que actualmente se entiende
como poesía argentina y las lecturas ya circulantes de la misma.
Mercedes no niega ni afirma la propuesta de Mallol, la cuestiona,
su escritura toma una “figura generacional” avalada por
la crítica no infantilmente sino haciendo propio el espacio
desde el cual se escribe, lo cual también lo demuestra la presencia
que tiene en distintos medios desde los cuales ha difundido la literatura
argentina.