A boca de jarro
Verónica Viola Fisher
Edición a secas, Bs. As., 2003
El cuerpo recorrido de a milímetros, se transforma en paisaje,
trozo, parte, funcional en relaciones nuevas, inesperadas, maquínico
y verdadero. Una nueva forma de mirar el cuerpo, el tuyo o el mío,
el de ella.
A boca de jarro, una metáfora, un refrán, una de esas
frases hechas del sentido común, que desnudan la naturaleza
poética de ese sentido. Una boca gigante, lista para derramar
y derramando, con palabras, el contenido del jarro, el cuerpo.
A boca de jarro, entonces, un circunstancial de modo, síntesis
perfecta de una poética, es decir, de un modo único
de mirar las cosas: generosa o desmedidamente, algo que se encuentra
en el lenguaje de todos los días, y la boca como protagonista
de un cuerpo transformado, transformándose y transformador.
El jarro, entonces, o un cuerpo nuevo, consigue en la transformación
su libertad y algo más bello aún, la felicidad, un cuerpo
en contacto, en diálogo, con un otro, una otra, otras cosas,
también palabras. “descubro que estoy preñada,
la panza/ de vidrio como una bola de cristal/ o una copa sin pie,
clavada en mi vientre (...) en el aire abro los ojos / ¿estás
bien, hermosa?- estoy despierta / acaricio tu nuca y mareada / llego
a la boca: Ya está, / un cabello perfecto / hasta los talones.”
El sentido de la felicidad inscripto en las palabras propias, fuera
de los discursos dados, da el sentido de la identidad. Identidad y
felicidad, tratando de concretarse en la escritura, dan cuenta del
cuerpo en transformación, el cuerpo fénix que no muere
sino que se consume, para renacer, es procesado para renacer, y en
ese proceso encuentra al otro, en sí mismo, o no. “cuando
uno digiere, transforma / cuando muerde, destroza (...)desangrarme
como una mujer/ que extirpa de sí a otra (...) Ser poseída
por quien/ fue hecha para también /dejarse poseer por otro/
es tan humano que me da escalofríos”.
En ese proceso, la lengua y la palabra también exigen transformación,
silencio, blanco, para el renacimiento: “Los labios bien
apretados / se niegan a dejar entrar/-no tengo boca más que
para herir-otra lengua”, la esperanza en lo cíclico con
que nos deja el libro “Presiono el botón de la izquierda
/coraza: on / y se abren los pétalos / como las páginas
de un libro en blanco.”
La poética fina y delicada de Verónica Viola Fisher,
tiene a veces ecos de Alejandra Pizarnik, cosa difícil de afirmar
en cualquier contexto. Vale decir entonces que no se trata de una
imitación o una fascinación que clausura la voz propia
de Verónica, como suele sucedernos frente a obras como la de
Pizarnik, sino de una fuerza sincera que valora el surrealismo de
la intimidad que configura a las personas y las hace dueñas
de sí.
Luego de Hacer sapito, este segundo libro de Verónica
Viola Fisher es un pequeño tesoro, como deja en claro su edición.
Las ediciones a secas, dirigidas por Liliana García, son preciosas
cajitas de 100 ejemplares numerados. Estas cajitas de edición
limitada contienen tres libros cada una y ofrecen un panorama crocante
de su tiempo. Este número dos contiene: un libro de poesía
argentina actual, el que aquí reseñamos; un libro de
poesía actual latinoamericana, Tiempo de temblar bajo
los arcos, de Reina María Rodríguez, cubana;
y una traducción también actual, de un texto en otra
lengua, en edición bilingüe, Cuidar y alimentar
a un poeta, de James Laughlin, traducido por Mirta Rosemberg
(una poeta editora que traduce también a un editor poeta).
Con estos tres libritos tenemos entonces tres visiones, un caleidoscopio
del lenguaje poético aquí y ahora.
Romina
Freschi