....poesía actual

 

Veinte pungas contra un pasajero
Washington Cucurto
Bs. As., Ediciones Vox, 2003.

Viene después de La máquina de hacer paraguayitos y Zelarayán, pero antes de Fer por Eloísa Cartonera. Y en este sentido, parecería que continúa el movimiento de apertura desde el micromundo Cucurtiano de a dos (o tres o cuatro o cinco) hacia el mundo más allá de él.
Si tenemos en cuenta que Santiago Vega es funcionario en la Casa de la Poesía y que selecciona el material a publicarse por Eloísa Cartonera (además de haber sido inspirador del proyecto y de haberse encargado en sus comienzos de venderla en la calle) el texto no hace más que cobrar sentido y manifestarse como una declaración de principios. Cucurto nos muestra en acción cómo apropiarnos de un mundo que parece ajeno pero que en definitiva es nuestro, nos guste o no.
Plantando bandera en el planeta barroco, Cucurto no deja de incluir en su texto ninguna de las características del movimiento: intertextualidad, intratextualidad, parodia, lenguaje rimbombante en situaciones absurdas... ¿Cuál es el mérito entonces? Quizás el mérito más grande de Cucurto sea Cucurto en sí mismo quien, con sus aires caribeños (aunque guaraníes por momentos), insufla al texto de palabras y situaciones en los que el inmigrante se llena de Buenos Aires y a la vez se deja llenar por ella.
La imagen que surge en mi mente es la del diagrama de Benn y la intersección de conjuntos. Por un lado está el conjunto A: Cucurto, su lenguaje, lo latinoamericano, las negras. Por otro lado, el conjunto B: Buenos Aires, el rioba, lo porteño, las porteñas. Entre A y B Cucurto logra la intersección que, cuadriculada por el cruce de los colores de A y B, encierra la 3D Cucurto (o Tikimundo).
Lo mágico es que de esa intersección, de ese apareamiento entre los dos mundos, se engendra no sólo un tercer mundo paralelo sino la posibilidad también de mirar al mundo original? real? desde un punto de vista renovado. Cucurto muestra una Buenos Aires en movimiento. El Once, las Flechas de tela, las tilingas de Barrio Norte, la calle Paso, los cartoneros no son figuras estáticas, imágenes congeladas en una enciclopedia ilustrada. Cucurto camina con sus Flecha por la calle Paso detrás de una cartonera de la que se ha enamorado mientras esquiva balas, y teje la interconexión A-B.
Las tres secciones que componen en el texto crean la ilusión de una división que es insostenible. La trama que entreteje convierte, desde la realidad del texto, en ficción a las divisiones. Cucurto vuelve a tomarnos el pelo.
Me quedo con el último poema que constituye quizás la máxima declaración de principios del texto. “En la biblioteca” coinciden Cucurto, el amor, las balas, las tickis y la poesía. Y Santiago Vega, con su traje de Washington Cucurto, se hace libro.

 

Mercedes Escardó