La
persistencia
¡Qué
revienten los artistas! El nombre que Tadeusz Kantor dio
a una obra de teatro parece ser la consigna del sistema (administración)
del arte en nuestro país.
Resistiremos.
Por
ello este texto está dedicado a los artistas que vienen ofrendándose
para sostener la creación a pesar de.
Nuestra
obstinación en seguir adelante con la producción de obras de arte
o sus intenciones, dando por sentado que se trata de un camino
de experiencias, de búsquedas personales, biografías propias y
comunes, ...merece por lo menos alguna forma de reconocimiento.
Nuestros
oficios y sus aledaños siempre se han destacado por
el vigor de los artistas y la singular persistencia en sostener
la creación frente al desinterés de las instituciones, la indiferencia
del público y los coleccionistas, las editoriales y la discográficas,
la apatía de la crítica, la ausencia en los medios y la normal
irregularidad de los emprendedores, “entrepreneures” en general
por sostener una actividad de la que se supone son primeros beneficiarios.
Tal
situación ha permitido construir un sistema en el cual la soledad
de los artistas se fue transformando en un ejercicio de templanza
y autosuficiencia haciéndose cada vez más fuerte, donde cada uno
debe sacar voluntad, de no se sabe que espacio, para sostener
un discurso y una obra frente al desgano generalizado del medio.
Así,
poco a poco, llegamos desde la situación donde piadosamente nos
prestamos los ojos , oídos y sentidos para atender a la obra
del otro porque sabíamos que ya, sin nuestra mirada era muy difícil
que la obra y el otro se pudieran contener hasta el momento en
que, con el tiempo, fuimos haciéndonos cargo de la palabra,
de la crítica, de los catálogos, de las invitaciones, de la curaduría,
de la clínica, de la formación de nuevos artistas que tomaran
la posta, a quienes también se les fue transfiriendo el conocimiento
de cómo funcionaba este sistema.
La
aparición de diversas publicaciones y espacios autogestionados
no es otra cosa que un paso más en este proceso, la
palabra comentada dio paso a la palabra impresa y el espacio
público y el privado se vieron intervenidos además por los espacios
propios del arte gestionados por sus actores, ahora por lo menos
existen en nuestro país medios que se hagan cargo de la
memoria, del registro y de la documentación de lo que sucede
dentro de nuestras áreas.
Por
sólo nombrar a algunos cito a el histórico Diario de Poesía, a
ramona, a Vox, a Plebella, a Amnesia, a Xylon, a Historias del
arte y el Diccionario de Daisy, a El surmenage de la muerta,
o espacios como Vórtice Argentina, Sonoridad Amarilla, ETC, Boquitas
Pintadas, Zapatos Rojos y su cabaret, Belleza y Felicidad, Estación
Alógena y el Rojas mismo, que amén de su condición institucional
son los artistas de diferentes disciplinas quienes llevan adelante
la programación del mismo y le dan contenidos y sentido permanentemente.
Y así los cientos de sitios culturales de Internet… Seguramente
quedan en la memoria otros tantos ejemplos de gestión propia,
de sentido institucional y soporte del propio campo del arte.
Pero, lo mas singular es que todos estos emprendimientos terminan
siendo exitosos. No es sospechoso?
Pues
bien, frente al silencio o la marginalidad con que nuestras
actividades terminan siendo consideradas por los medios, la industria
cultural y amplios sectores de la autoridad pública y frente a
la fragilidad de todo registro, serán pues emprendimientos colectivos
autogestionados y se sumarán más entre los tantos que se vienen
generando como espacios de confluencia, inquietudes, difusión
crítica y pensamiento de los diferentes espacios culturales. La
producción de los medios de las diferentes disciplinas se suman
a esta travesía como una forma más de desarticular el enclaustramiento
disciplinario que es otro de los tabicamientos que es necesario
dislocar.
Arte
y Gestión Cultural
Se
supone que los artistas tienen a su cargo las tareas de creación.
Sus obras debieran ser la única causa de su preocupación.
Sin
embargo, en los últimos tiempos vienen demostrando que su campo
de actividad abarca otros espacios, así vemos como además de ocuparse
de su obra deben atender a todos los satélites que la circundan,
es decir: la gráfica que las acompaña, la promoción, la relación
con los medios, la seducción de la crítica, la atracción de los
representantes de las diversas industrias culturales, la espera
de los museos y otros institutos del arte, finalmente tomar por
sí la palabra ante la escasez de mirada, la difusión del pensamiento,
la enseñanza y ahora también la crítica, la curación (de las enfermedades
del arte) y como vienen apareciendo, la gestión de espacios propios
para poder ofrecer su producción. Todo dicho de esta manera puede
resultar confuso para todo aquel que no forme parte de la tribu
del arte, por lo tanto vale la pena aclararlo un poco más.
La
resistencia
El
fenómeno de la resistencia parece ser una condición
básica de los artistas (¿sólo los artistas?)
argentinos, a lo largo de los años hemos venido sosteniendo
que un tema digno de estudio es el análisis de las razones
por las cuales los artistas sostienen una actividad que a todas
luces no tiene rendimiento económico alguno mas allá
de alguna excepción viva y unas cuantas muertas.
Pero más allá
de todas las
calamidades por las que suele atravesar el artista y su obra,
sabiendo cuales son las condiciones que acompañan su tarea, vemos
que permanentemente arriban a las costas de las artes nuevos náufragos
de la creación.
Una
explicación que podría acercarse es la que brinda el concepto
de resiliencia, capacidad de los materiales de soportar golpes
y regresar sin quebrarse al estado original, tal vez tenga alguna
resonancia darwiniana, por su capacidad de adaptarse y superar
por parte de los individuos los sinsabores por los que debe transcurrir.
Tal vez tenga un campo de relación con la pulsión de vida que
atañe a la naturaleza, tal vez sea una parte de la biología del
pensamiento que persiste, insiste, y se obstina en seguir pensando,
recreando situaciones a partir de la memoria y el entorno para
que su obra no sea un mandato del olvido y así ratificar
la condición del ser humano que logra producir cuestiones artificiales,
abstractas, prótesis a su cuerpo y a las formas de su pensamiento.
Tal vez se deba a un canon social que está incluido dentro de
las tareas que hacen del hombre otra cosa que un animal, tal vez
sea esa necesidad de poder pensarse a sí mismo, o una forma de
resistencia a cualquier modelo que pretenda estampar un mandato
incorruptible, eterno, y por lo tanto perfectamente interpretable.
La
vieja intención de querer hacer del territorio con todas sus diferencias
y riquezas simplemente un mapa.
En
realidad la expedición al horizonte es sagrada y dentro de ese
precepto se inscriben los mecanismos de creación e interrogación
del hombre y particularmente en las artes cuyo fin primero parece
ser la inauguración de las formas y la provocación a las ideas.
El
abandono
Estamos
viviendo un régimen social que parece haber establecido el abandono
de persona como regulación de base para todas las relaciones humanas.
Dicho delito está consignado desde la Constitución y se reglamenta
en los código Penal y Civil de nuestro país.
Pues
bien, parece que ciertas cuestiones básicas vienen siendo marginadas
de las relaciones entre las personas.
Las
artes sufren (por un principio de generalización) las mismas consecuencias;
no se trata de hacer un martirologio de la creación, este mismo
texto es propio para todas las actividades culturales así como
para todas las demás. Del contrato social sólo quedan vigentes,
aparentemente, las cláusulas de carácter económico y alcanzan
a vincular a los actores hasta el momento en que la relación
se cumple.
Más allá de ese momento cada uno se hará cargo
de sus cosas y “¡asa, asa!”, cada uno para su casa y si te he
visto no me acuerdo.
El
olvido y los muertos
Otro
de los ingredientes que van construyendo esta nada móvil es el
caso de los artistas muertos, la progresiva desaparición de su
obra de todos los circuitos habituales hace de su muerte una muerte
mayor, una especie de conversión al anonimato mas activa.
Indudablemente
que mas allá de los resultados de su obra en el mercado, todo
artista carga a su obra con algún deseo de perpetuidad, pues bien,
los territorios del arte son consecuentes tanto en la vida como
en la muerte, es decir, que mantienen el mismo espíritu para su
estancia en el mundo de los vivos, negando su obra como
el recuerdo del mismo
Se
concluye negando también su muerte y completándola con la omisión
de su obra.
Dónde
están las obras y el recuerdo de los artistas muertos?Ma si!
que revienten los artistas!!!!!!Parece ser que en nada más allá
del recuerdo de sus amigos y parientes sensibles a la mismas.
Tal vez esperen la arqueología de operadores culturales futuros
para rastrear en las herencias algo que el tiempo o el desinterés
no haya carcomido.
Cada
vez que alguno de estos nombres perversamente olvidados, se recicla
en alguna muestra, reedición, etc. , aparecen siempre entre los
agradecimientos, como una constante, los nombres de colegas ,
amigos, alumnos o maestros según el caso, que acompañan al familiar
a reconstruir una imagen con todo el esfuerzo que se sabe significa
realizar un oficio de carácter recordatorio, antológica o doméstica.
Se
siente en esos casos otra vez el esfuerzo de cargar ahora como
un féretro los signos que caracterizaban al artista que ya no
está.
A
que viene todo esto? A la percepción que, en el contexto en
que nos estamos moviendo, de extremo individualismo, de ruptura
de todas las redes sociales y del abandono de persona por parte
del Estado y del sistema económico impuesto, existe dentro del
campo de los artistas una suerte de respuesta tal vez embrionaria
frente a estos acontecimientos que merece ser considerada. Mas
allá de las profundas depresiones que parecen ahogarnos. Aparece
como firme una capacidad de autogestión y organización que tanto
puede ponerse en vigencia para tareas asistenciales o para operar
en ámbitos de la propia gestión cultural, ya que de eso se trata
la carencia.
Las
décadas infames
Asistimos
a la “decadización” de las artes, los 60, los 70, los 80, los
90, y los bimilenarios, Esta serie periódica de la historia del
arte argentino de los últimos tiempos podría sobreponerse a la
serie histórica de la política Argentina de la segunda mitad del
siglo. Intento este ejercicio para tratar de comprender cuáles
son las razones de esta partición por una parte y cuáles son los
elementos que han contribuido a la inexistencia de un continuo
de pertenencia en el claustro visual.
Se
verifica, es cierto, una fragmentación en los grupos y en muchos
casos también en las poéticas, pero en el caso propio de las artes
visuales dicha fragmentación no sólo se debe la ruptura de los
grandes discursos sino también al quiebre histórico que sufre
nuestro país desde hace mucho tiempo.
Los
continuos quiebres institucionales que hemos vivido, y que
sería muy largo describirlos y se suceden desde l930 se resolvieron
en todos los casos sobre la base de procesos de militarización
del país, los últimos tiempos nos ofrecieron el 55, el 62,
el 66, el 76, y del 83 en adelante en su versión contemporánea
de sometimiento por golpe de mercado.
Dichos
quiebres fundaron su presencia sobre la base de la destrucción
de toda forma de crítica a la idea que los sustentaba, de manera
que los sectores que más padecieron los mismos fueron sin duda
las áreas políticas e intelectuales del país, así hemos asistido
a la destrucción y exilio de toda una camada de científicos, pensadores
y artistas en el primero de los dos períodos más largos de intervención
militar del año 66 y a la desaparición, muerte, exilio, silencio
de toda una generación de ciudadanos que sin duda hoy serían actores
insoslayables en el ámbito político y cultural del país en su
etapa posterior y mas grave.
A
su vez, a poco de reiniciada la meseta democrática, sufrimos todo
tipo de amenazas de carácter militar y posteriormente asistimos
al proceso de privatización nacional bajo la tutela de los organismos
internacionales de crédito y las grandes corporaciones que se
apoderaron de todo lo que era capital social y destruyeron la
trama económica existente en nuestro país a través del proceso
de concentración vigente por todos conocido.
¿Cuánto
de todo esto se refleja en el campo del arte? Pues mucho, las
manifestaciones más evidentes son la dificultad de establecer
un diálogo generacional ya que los diferentes quiebres dieron
lugar a migraciones, silencios, faltas de oportunidades, censuras
y demás malas yerbas, lo que trajo como consecuencia que artistas
que naturalmente debieran haber actuado en forma solapada en el
tiempo y confrontado obra y pensamiento en un mismo territorio,
se vieron obligados a abandonar espacios ya por persecución, represión,
censura de tipo ideológica o sensible si queremos llevarlo a otro
extremo, imposibilitando un transcurso creativo y rico en discusiones
y propuestas.
Esta
circunstancia ha dado lugar a que cada camada de artistas que
se acercaba al campo de las artes tenía pocos referentes del ejercicio
antecedente.
Los
procesos de militarización en su primera etapa lograron a través
del sistema del temor y luego del horror que los individuos arribaran
a un estado capsular que, por razones que iban desde el
pánico hasta la supervivencia, destruía todos los vínculos sociales
y de contacto de manera que era muy difícil poder intercambiar
opiniones, debatir, opinar, sin riesgo. Queda claro por otra parte
que tareas vinculadas con los fenómenos creativos no se caracterizan
por una poética de laboratorio sino que su principal forma de
validarse está puesta en la confrontación de ideas puestas en
formas.
La
continuación del proceso de reorganización nacional por otros
medios, en este caso la economía, trajo como consecuencia una
forma más “democrática” de encapsulación de los individuos, el
mismo consiste en sobreimponer el concepto de mercado, eficiencia,
y logros de objetivos personales con total desatención del encuadre
social ya que el castigo ante el incumplimiento de dicho parámetro
de comportamiento necesariamente llevará al individuo a situaciones
de exclusión y anomia dentro de la sociedad.
Entonces,
cómo no comprender que tareas como las creativas, que en
general se estructuran desde un gran espacio de introspección
y soledad no se vean acentuadas ideológicamente por procesos como
el que estamos viviendo.
Tal
vez, a partir de esta situación podamos entender mejor la ridícula
partición de las generaciones y el discurso de los artistas que
muchas veces terminan aceptando ese criterio de generación espontánea
como un valor en sí mismo negando en ese mismo instante su pertenencia
a una cadena de sentido que hace tiempo viene circulando por los
engranajes del arte.
La
interdisciplina necesaria
Otro
de los fenómenos que caracteriza los tiempos actuales del arte
que se da en casi todas las disciplinas es la capsularidad antes
mencionada. La misma se verifica dentro de las mismas disciplinas
como en las dificultades que se presentan entre los diferentes
campos de la creación.
El conocimiento de carácter vertical, es decir
aquél que se satisface y comprueba dentro de su propio territorio,
es un saber que si bien puede brindar ciertas certezas en su construcción
adolece de un principio de ombligo que no le hace demasiado bien
al proceso creativo.
Así
como en las ciencias se hace necesario investigar que otros métodos
se emplean y que mecanismos se utilizan en el desarrollo de las
mismas, en la órbita de las artes se hace indispensable,
en todo momento, lograr formas de interacción con representantes
de otros círculos para lograr una ampliación de los objetos
de atención sobre los cuales poder indagar en su propio campo.
Las
fracturas que nos provoca este sistema entre los individuos se
expanden hacia las disciplinas e impide la interfase y confrontación
de procesos similares demorando innecesariamente la toma de posición
frente a un sinnúmero de problemas que nos resultan comunes tanto
en lo que hace a procesos de creación o ideación como en su faz
instrumental.
Allí
nos veremos con las dificultades por las que atraviesan los poetas,
músicos, escritores, actores, artistas visuales, todos en su conjunto,
hacen que nos vayamos perdiendo de ir construyendo un cuerpo
del sector cultural que sea activo y presente en todas las regulaciones
del área que normalmente se define sin una participación de los
interesados.
La
cosa pública
Las
transformaciones que se han verificado en nuestro país en materia
económica y social, dieron lugar a un proceso concurrente con
el marco global institucional en todo lo relativo a las artes
visuales.
Así
como el Estado depositó responsabilidades propias en terceros,
llámense concesiones o la delegación de actividades a la gestión
de privados y organizaciones no gubernamentales, dentro del ámbito
artístico viene sucediendo algo similar aunque menos transparente.
Cuando
nos referimos a delegar la gestión en estos ámbitos, hay que establecer
que en el momento que dicha delegación se lleva a cabo, es el
Estado, quien se desentiende de una responsabilidad histórica
y cultural, y transfieren la administración de los bienes y acciones
culturales a un poder corporativo indefinido cuyo objetivo, si
bien aparenta una preocupación o interés cultural, en realidad
se lo apropia sin costos y lo tiñe y lo invade con su presencia.
Asimismo,
en lo que hace a los resabios operativos de la gestión pública
se produce un proceso semejante.
En
estos casos quienes quedaron a cargo de distintas instituciones
se han beneficiado con una delegación sin control ni políticas
consensuadas con un programa mayor y son ellos quienes en
el mejor de los casos las diseñan y las elevan para su aprobación
de la superestructura cultural y política, la cual ante el empobrecimiento
del Estado, el desconocimiento de la actividad a desarrollar y
la falta de comprensión del valor que significa para un país y
más singularmente para una ciudad el “marketing cultural “, lo
abandonan a las decisiones de terceros.
La
conducción de dichos espacios quedó en manos de gerentes que las
condujeron o las siguen conduciendo desde una coloración tan propia
que desaparece la luz del museo o institución para enfocarse sobre
su director.
Este
fenómeno se produce a partir del desfinanciamiento del sector
cultural, ya que en estos casos no se puede aducir que son instituciones
que si bien producen bienes requeridos por la comunidad están
incapacitadas para administrarlos y contribuyen al déficit fiscal
o cuasi fiscal como fueron los casos típicos del sector energético,
del transporte y de las comunicaciones.
En
estos casos, el aporte presupuestario es compensado con el aporte
de las empresas privadas bajo distintos regímenes de “asociación”,
como el sponsoreo, el auspicio, el aporte de bienes o servicios
a cambio de imagen institucional.
Así
el espacio cultural es apropiado por las diferentes corporaciones
empresarias en complicidad, indiferencia frente al origen de los
fondos o en el mejor de los casos, recurso extremo de supervivencia.
De
esta manera los directores de las instituciones dejan de actuar
en el campo que les compete, es decir, la programación de las
actividades, la definición de su campo de injerencia, el diseño
del museo, etc., para convertirse en gestores económicos en la
búsqueda de subsidios, benefactores, colaboradores, etc. de las
diferentes actividades.
Estas
acciones llegan a presentar casos ridículos como por ejemplo el
alquiler del museo para realizar casamientos o el uso de las instalaciones
para presentaciones de productos de empresas, reuniones corporativas
o también eventos, si bien cercanos a lo cultural como el caso
de presentaciones de libros, que se llevan a cabo no desde una
decisión de la institución para ofrecer un canal para favorecer
las relaciones interdisciplinarias con otras actividades sino
como un mero alquiler de espacio para otras actividades.
Esto
trae como consecuencia que tareas relacionadas con el estatuto
de las instituciones sean relegadas para dar lugar en primer
término a las tareas de seducción necesarias para lograr un fondeo
adecuado.
La
huelga japonesa
Uno
de los mecanismos posibles para hacer más presente las circunstancias
por las que atraviesan los artistas es poner en práctica una suerte
de sobreproducción de hechos, eventos, sucesos que convoquen la
atención de todo el sistema. Por otra parte no diferiría mucho
más de lo que actualmente se viene haciendo pero desde la conciencia
que este fenómeno nos pertenece y por nuestra actividad desbordar
en forma permanente todos los canales de circulación del arte.
En
la medida que dichos espacios sean activamente sobre exigidos
y ante la inevitable falta de respuesta y reacción de los mismos
ante la avalancha de acontecimientos se verá que la única forma
de contener esta insurrección creativa será la de constituir otros
mecanismos de administración de la creación que necesariamente
van a estar gestionados por los artistas y que confrontarán desde
otra retórica las instituciones existentes.
El
tema no pasa por una iconoclasia preestablecida sino buscar la
manera que toda producción de arte se pueda canalizar por nuevos
espacios que tendrán a los artistas como protagonistas y que convivirán
e interpelarán al sistema vigente desde los hechos, sosteniéndose
en la propia obra y en los mecanismos de apertura que su creatividad
pueden llegar a brindarle.
La
enseñanza del arte
Mas
allá de Las universidades y los institutos de enseñanza artística,
orientados en general a formar docentes de escuelas primarias
y medias con dudoso éxito, (quienes han tenido que atravesar los
trabajos prácticos de sus hijos teniendo alguna formación dentro
de las artes pueden asegurarlo), parece confirmarse que la enseñanza
del arte en nuestro país está signada básicamente por los talleres,
seminarios, clínicas, experimentación sobre técnicas, procedimientos,
sistemas de pensamiento y procesos de creación que los artistas
han venido llevando adelante desde hace mucho tiempo.
En
relación con la educación informal puede argumentarse que si bien
en otros tiempos la educación en institutos oficiales fue importante
en el proceso de formación de artistas más allá de los objetivos
de reproducir educadores en arte, hoy día las mismas son
un ejemplo más de un mismo proceso de destrucción de los
sistemas educativos públicos y han quedado abandonados a un escalafón
desangelado y constituyen un renglón gravoso del presupuesto educativo.
Hay
que considerar con atención en este punto también la condición
anticipatoria del arte en relación con los procesos sociales,
en cuanto el proceso de abandono los haya tenido como una expresión
de vanguardia, que después fue contaminando al resto de
los sectores.
Pero,
volviendo al sistema informal, cuentapropista y desarticulado
de la enseñanza del arte debe reconocérsele un valor insospechable
en el fenómeno de la persistencia ya que después de destruido
el sistema educativo, habiendo desmantelado la presencia de intelectuales
a través de los procesos de militarización, desaparición y muerte
y finalmente por el sometimiento al orden económico de los distintos
gobiernos que han conducido los destinos del país, fueron los
mismos artistas quienes se dedicaron a cubrir esa ausencia a través
de sus cursos y talleres.
Es
decir que a pesar del programa sistemático de destrucción
de todas las formas de reflexión crítica fue, la comunidad del
arte, la que se dedicó a salvar una herencia de obra y pensamiento
de la manera que mejor podía.
Así,
desde hace tiempo y particularmente desde los años 80 venimos
asistiendo a un proceso de recreación, recuperación y fomento
de la creación artística que, casi considerado desde una condición
biológica, se podría explicar desde el fenómeno de sobre - reproducción
de las especies frente a la amenaza de la extinción. Fenómeno
que se aprecia tanto en las cucarachas, las pulgas y las ratas
así como en los sectores sociales más desprotegidos del planeta.
Al
mismo tiempo, ese sistema aleatorio de formación sirvió como
sustento principal a la mayoría de los artistas activos de nuestro
país, en este caso se da una doble circunstancia que merece su
observación. Por un lado los artistas aseguraban una supervivencia
a partir de la docencia privada ( privada de dinero, de perspectivas,
y de tiempo para dedicarle al arte como tarea principal) y al
mismo tiempo generaban varias generaciones de supuestos
competidores en el propio campo donde ellos se desempeñaban. Quienes
conocemos de cerca el sistema del arte en la Argentina sabemos
que los “maestros” en general son muy generosos con sus alumnos,
organizan muestras de taller, los impulsan a buscar su camino
orientándolos en la búsqueda de espacios donde exponer, los animan
a presentarse a concursos, premios y demás formas de validación
del arte, escriben cartas de recomendación para los sistemas de
premios, becas y demás yerbas, los presentan a críticos e instituciones,
en fin, todos los procedimientos que hacen a la inauguración de
su carrera. En muchos casos les tratan de explicar como funcionan
todos esos procedimientos y en la mayoría de los casos les advierten
de las frustraciones que le va a deparar esa senda.
Ahora
bien, desde el punto de vista económico esto no tendría explicación
alguna, ya que este procedimiento sólo contribuye a incrementar
la oferta de artistas a un mercado deprimido y desinteresado de
las artes, sin embargo así sucede, la única explicación, tal vez
por el absurdo, sería algo cercano a lo siguiente: dado que no
existe ninguna posibilidad ni perspectiva de hacer del pensamiento
un acto remunerado, deja de tener interés como mercado y opta
por la saturación como sentido.
Pero
si uno lo visualiza desde otra óptica podría llegar a pensar que
los artistas que trabajan en la enseñanza del arte tienen una
absoluta conciencia de la ineficiencia del sistema para absorber
dicha capacidad creadora, en función de su propia experiencia
y tal vez en una forma no totalmente conciente se instalan en
una estrategia tanto de formar artistas como posible mercado futuro.
Se dan muchos casos en que alumnos pasan a ser consumidores de
arte, en otras ocasiones aquellos que no siguen en el sendero
del arte se convierten en público calificado para interpretar
los procesos creativos, en muchas ocasiones las sombras de las
artes se derraman por familias o instituciones que posteriormente
actúan con una disposición mejor en relación con lo cultural,
en fin, un sinnúmero de posibilidades.
Lo
que sí queda claro que tanto desde la formación de la oferta del
mercado, es decir productores de arte, así como de su demanda
son los mismos artistas quienes más han realizado por su existencia.
Por
otra parte sabemos lo poco que se ha hecho desde el sistema de
la administración del arte en ese sentido. Es raro ver que galerías
u otras instituciones dediquen esfuerzos a la difusión, comprensión
y disfrute de las artes visuales.
De
manera que, en este punto también han sido los artistas quienes
directa o indirectamente, a conciencia o de puro azar fueron conquistando
los ojos de los diferentes actores del campo visual.
Se
verifica otra vez mas que el sistema de administración del arte
ha abandonado parte de su tarea y realmente da para pensar que
en realidad su objetivo último sigue siendo el de la intermediación
de la fama sin mayor inversión que la de esperar que tanto los
productores como los consumidores pasen por la puerta de su rancho
a ver si enlazan a alguno en una estrategia de carácter absolutamente
especulativa y que en general a lo único que apunta es a la gloria
personal instantánea o al ejercicio de un poder que ejercen por
la sola presencia ocupada en el mantenimiento de su propia vidriera.
La
alternativa independiente
Frente
a todos estos acontecimientos, parece entenderse que continuar
por la senda que nos ofrece la administración del arte
con todos sus sistemas oficiales, entendiéndose por tales
aquellos establecidos tanto del ámbito privado como del
público, nos va a proveer mas de lo mismo. Por ello una
alternativa para oxigenar el ambiente y abrir las puertas de los
canales de circulación, comercialización y validación
de los productos artísticos puede estructurarse desde la
gestión de los propios artistas sin que dicha acción
demande una repulsa militante a lo existente, simplemente circular
desde otras propuestas y con parámetros de trato diferentes
que de alguna manera terminen constituyendo una nueva forma de
relacionarse de los artistas entre sí y establecer vínculos
de otra naturaleza con la comunidad.
Por
otra parte, en este esquema hay que cuidarse de las recetas románticas
que nos pueden llevar a situaciones gratuitas de alternativismo
sin programa. De lo que se esta hablando es de operar sobre el
sistema de poder vigente, transformarlo y ampliarlo para que el
mismo tenga otras posibilidades y alternativas para el desarrollo
de la cultura mas allá de las existentes.
La
organización de la resistencia
Existe
un sinnúmero de alternativas para lograrlo, repasando lo que venimos
exponiendo surgen a primera vista las siguientes experiencias
que pueden multiplicarse como flores o cucarachas y habrá que
bancárselas tanto en su inteligencia para organizarse como en
sus propuestas estéticas:
Organizarse
en grupos de artistas que compartan espacios para la producción,
inaugurar espacios donde circulen fenómenos de diferente naturaleza,
invadir otras áreas del arte desde la propia disciplina, recordar
permanentemente a quienes nos antecedieron como artistas y ya
no están entre nosotros, construir la memoria del arte, actuar
en los contornos de la política o las circunstancias sociales,
alentar a críticos e historiadores del arte a investigar sobre
temas de nuestro interés además de nosotros mismos, asociarse,
mezclarse, poetas, actores, músicos y demás lacras para organizar
eventos y discutir acerca de los procesos de la cultura en el
país, abrir bares temáticos, elaborar programas de intercambio
y discusión, acceder al registro y a la crítica tanto de obra
como de procesos, apropiarse de espacios para su incorporación
al circuito del arte, sostener experiencias únicas como el arte
correo o la poesía visual, apoyar nuevas experiencias de gestión
y apropiación en espacios públicos, dar apoyo y aliento a nuevos
espacios que se abren a los artistas y al público, abrir los
e mail para la difusión de las actividades intercambiar direcciones
de colegas, críticos, becas, instituciones y gente interesada
en las artes, incorporar e involucrar a los alumnos de los talleres
en la organización de las muestras para que conozcan el "backstage"
del arte, participar en cuanta acción a favor de la actividad
se lleve adelante, solicitar transparencia en los procedimientos
de selección de premios o concursos, opinar, impugnar, interpelar,
objetar toda cuestión que lo merezca, sostener la atención de
los artistas, pensar, proponer y estimular toda forma alternativa
de participación, hacer y dejar hacer, tejer la red. Reconstruirla.
Recrear la voluntad.
Hacer
obra el deseo.
Un
abrazo
Fernando
Fazzolari
Fernando
Fazzolari nace en Buenos Aires en 1949. En 1969 estudia Pintura
con Jorge Demirjián y en 1971 estudia dibujo con Julio Pagano.
Hasta 1973 participa en diversas muestras colectivas y realiza
algunas exposiciones individuales. Hacia fines de 1973 abandona
la actividad plástica y concluye sus estudios universitarios.
Retoma la pintura en 1983. Desde entonces ha hecho múltiples exposiciones
individuales y ha recibido incontables premios. Dirige la publicación
El surmenage de la muerta y el sitio www.kulturburg.com.ar