....poesía actual

 

La persistencia.

Por Fernando Fazzolari

 

“Aún así, sólo podemos confesar nuestra confusión y nuestra impotencia, nuestra ira y nuestras opiniones, con palabras. Con palabras nombramos aún nuestras pérdidas y nuestra resistencia porque no tenemos otro recurso, porque los hombres están indefectiblemente abiertos a la palabra y porque poco a poco son ellas las que moldean nuestro juicio. Nuestro juicio, temido a menudo por quienes detentan el poder, se moldea lentamente, como el cauce de un río, por medio de corrientes de palabras. Pero las palabras sólo producen corrientes cuando resultan profundamente creíbles.”

John Berger. Cada vez que decimos adiós

 

 

En ocasión de presentarse la revista Plebella n° 2 en el Centro Cultural Rojas, se dio un debate en el que participaron Mercedes Roffe, María Medrano, Carlos Battilana, Osvaldo Aguirre [1].  A propósito del tema en este número de plebella se actualiza un artículo del año 2000, hace un lustro casi, en ocasión de la instalación “La Persistencia” de Fernando Fazzolari  en el Centro Cultural Recoleta de la Ciudad de Buenos Aires que, como texto personal que acompañaba a la misma. Originalmente pensado para las artes visuales,  incluye  a todas las disciplinas ya que el fenómeno se repite en todos los ámbitos.

 

 

La persistencia

 

  

¡Qué revienten los artistas!  El nombre que Tadeusz Kantor dio a una obra de teatro parece ser la consigna del sistema (administración) del arte en nuestro país.  

Resistiremos.  

Por ello este texto está dedicado a los artistas que vienen ofrendándose para  sostener la creación a pesar de.

 

Nuestra obstinación en seguir adelante con la producción de obras de arte o sus intenciones, dando por sentado que se trata de un camino de experiencias, de búsquedas personales, biografías propias y comunes, ...merece por lo menos alguna forma de  reconocimiento.  

Nuestros oficios y sus aledaños  siempre se han destacado por  el vigor de los artistas y la singular persistencia en sostener la creación frente al desinterés de las instituciones, la indiferencia del público y los coleccionistas, las editoriales y la discográficas,  la apatía de la crítica, la ausencia en los medios y la normal irregularidad de los emprendedores, “entrepreneures” en general  por sostener una actividad de la que se supone son primeros beneficiarios.  

Tal situación  ha permitido  construir un sistema en el cual la soledad de los artistas se fue transformando en un ejercicio  de templanza y autosuficiencia haciéndose cada vez más fuerte, donde cada uno debe sacar voluntad, de no se sabe que espacio, para sostener un discurso y una obra frente al desgano generalizado del medio.

Así, poco a poco, llegamos desde  la situación donde piadosamente nos prestamos los ojos , oídos y sentidos para atender a la obra del otro porque sabíamos que ya, sin nuestra mirada era muy difícil que la obra y el otro se pudieran contener hasta el momento en que, con el tiempo, fuimos  haciéndonos  cargo de la palabra, de la crítica, de los catálogos, de las invitaciones, de la curaduría,  de la clínica, de la formación de nuevos artistas que tomaran la posta, a quienes también se les fue transfiriendo el conocimiento de cómo funcionaba este sistema.

La aparición de diversas publicaciones y espacios autogestionados no es  otra cosa que un paso más en este proceso,  la palabra comentada dio paso a la palabra impresa y  el espacio público y el privado se vieron intervenidos además por los espacios propios del arte gestionados por sus actores, ahora por lo menos existen en nuestro país  medios que se hagan cargo de la memoria, del registro y  de la documentación de lo que sucede dentro de nuestras áreas.

Por sólo nombrar a algunos cito a el histórico Diario de Poesía, a ramona, a Vox, a Plebella, a Amnesia, a Xylon, a Historias del arte y el Diccionario de Daisy,  a El surmenage de la muerta, o espacios como Vórtice Argentina, Sonoridad Amarilla, ETC, Boquitas Pintadas, Zapatos Rojos y su cabaret, Belleza y Felicidad, Estación Alógena y  el Rojas mismo, que amén de su condición institucional son los artistas de diferentes disciplinas quienes llevan adelante la programación del mismo y le dan contenidos y sentido permanentemente. Y así los cientos de sitios culturales de Internet… Seguramente quedan en la memoria otros tantos ejemplos de gestión propia, de sentido institucional y soporte del propio campo del arte. Pero, lo mas singular es que todos estos emprendimientos terminan siendo exitosos. No es sospechoso?  

Pues bien, frente al silencio o la marginalidad con que nuestras actividades terminan siendo consideradas por los medios, la industria cultural y amplios sectores de la autoridad pública y frente a la fragilidad de todo registro, serán pues emprendimientos  colectivos autogestionados y se sumarán  más entre los tantos que se vienen generando como espacios de confluencia, inquietudes, difusión crítica y pensamiento de los diferentes espacios culturales. La producción de los medios de las diferentes disciplinas se suman a esta travesía como una forma más de desarticular el enclaustramiento disciplinario que es otro de los tabicamientos que es necesario dislocar. 

 

Arte y Gestión Cultural

 

Se supone que los artistas tienen a su cargo las tareas de creación. Sus obras debieran ser la única causa de su preocupación.

Sin embargo, en los últimos tiempos vienen demostrando que su campo de actividad abarca otros espacios, así vemos como además de ocuparse de su obra deben atender a todos los satélites que la circundan, es decir: la gráfica que las acompaña, la promoción, la relación con los medios, la seducción de la crítica, la atracción de los representantes de las diversas industrias culturales, la espera de los museos y otros institutos del arte, finalmente tomar por sí la palabra ante la escasez de mirada, la difusión del pensamiento, la enseñanza y ahora también la crítica, la curación (de las enfermedades del arte) y como vienen apareciendo, la gestión de espacios propios para poder ofrecer su producción. Todo dicho de esta manera puede resultar confuso para todo aquel que no forme parte de la tribu del arte, por lo tanto vale la pena aclararlo un poco más.

 

La resistencia

 

El fenómeno de la resistencia parece ser una condición básica de los artistas (¿sólo los artistas?) argentinos, a lo largo de los años hemos venido sosteniendo que un tema digno de estudio es el análisis de las razones por las cuales los artistas sostienen una actividad que a todas luces no tiene rendimiento económico alguno mas allá de alguna excepción viva y unas cuantas muertas.

Pero más allá de todas las calamidades por las que suele atravesar el artista y su obra, sabiendo cuales son las condiciones que acompañan su tarea, vemos que permanentemente arriban a las costas de las artes nuevos náufragos de la creación.

Una explicación que podría acercarse es la que brinda el concepto de resiliencia, capacidad de los materiales de soportar golpes y regresar sin quebrarse al estado original, tal vez tenga alguna resonancia darwiniana, por su  capacidad de adaptarse y superar por parte de los individuos los sinsabores por los que debe transcurrir. Tal vez tenga un campo de relación con la pulsión de vida que atañe a la naturaleza, tal vez sea una parte de la biología del pensamiento que persiste, insiste, y se obstina en seguir pensando, recreando situaciones a partir de la memoria y el entorno para que su obra  no sea un mandato del olvido y así ratificar la condición del ser humano que logra producir cuestiones artificiales, abstractas, prótesis a su cuerpo y a las formas de su pensamiento. Tal vez se deba a un canon social que está incluido dentro de las tareas que hacen del hombre otra cosa que un animal, tal vez sea esa necesidad de poder pensarse a sí mismo, o una forma de resistencia a cualquier modelo que pretenda estampar un mandato incorruptible, eterno, y por lo tanto perfectamente interpretable.

La vieja intención de querer hacer del territorio con todas sus diferencias y riquezas simplemente un mapa.

En realidad la expedición al horizonte es sagrada y dentro de ese precepto se inscriben los mecanismos de creación e interrogación del hombre y particularmente en las artes cuyo fin primero parece ser la inauguración de las formas y la provocación a las ideas. 

 

El abandono

 

Estamos viviendo un régimen social que parece haber establecido el abandono de persona como regulación de base para todas las relaciones humanas.  Dicho delito está consignado desde la Constitución y se reglamenta en los código Penal y Civil de nuestro país.

Pues bien, parece que ciertas cuestiones básicas vienen siendo marginadas de las relaciones entre las personas.

Las artes sufren (por un principio de generalización) las mismas consecuencias; no se trata de hacer un martirologio de la creación, este mismo texto es propio para todas las actividades culturales así como para todas las demás.  Del contrato social sólo quedan vigentes, aparentemente,  las cláusulas de carácter económico y alcanzan a vincular a los actores  hasta el momento en que la relación se cumple.

Más allá de ese momento cada uno se hará cargo de sus cosas y “¡asa, asa!”, cada uno para su casa y si te he visto no me acuerdo.

 

El olvido y los muertos

 

Otro de los ingredientes que van construyendo esta nada móvil es el caso de los artistas muertos, la progresiva desaparición de su obra de todos los circuitos habituales hace de su muerte una muerte mayor, una especie de conversión al anonimato mas activa.

Indudablemente que mas allá de los resultados de su obra en el mercado, todo artista carga a su obra con algún deseo de perpetuidad, pues bien, los territorios del arte son consecuentes tanto en la vida como en la muerte, es decir, que mantienen el mismo espíritu para su estancia en el mundo de los vivos,  negando su obra como el recuerdo del mismo

Se concluye negando también su muerte y completándola con la omisión de su obra.

Dónde están las obras y el recuerdo  de los artistas muertos?Ma si! que revienten los artistas!!!!!!Parece ser que en nada más allá del recuerdo de sus amigos y parientes sensibles a la mismas.  Tal vez esperen la arqueología de operadores culturales futuros para rastrear en las herencias algo que el tiempo o el desinterés no haya carcomido.

Cada vez que alguno de estos nombres perversamente olvidados, se recicla en alguna muestra, reedición, etc. ,  aparecen siempre entre los agradecimientos, como una constante, los nombres de colegas , amigos, alumnos o maestros según el caso, que acompañan al familiar a reconstruir una imagen con todo el esfuerzo que se sabe significa realizar un oficio  de carácter recordatorio, antológica o doméstica.

Se siente en esos casos otra vez el esfuerzo de cargar ahora como un féretro los signos que caracterizaban al artista que ya no está.  

A que viene todo esto? A la percepción que, en el contexto en que nos estamos moviendo, de extremo individualismo, de ruptura de todas las redes sociales y del abandono de persona por parte del Estado y del sistema económico impuesto, existe dentro del campo de los artistas una suerte de respuesta tal vez embrionaria frente a estos acontecimientos que merece ser considerada. Mas allá de las profundas depresiones que parecen ahogarnos. Aparece como firme una capacidad de autogestión y organización que tanto puede ponerse en vigencia para tareas asistenciales o para operar en ámbitos de la propia gestión cultural, ya que de eso se trata la carencia.

Las décadas infames

 

Asistimos a la “decadización” de las artes, los 60, los 70, los 80, los 90, y los bimilenarios, Esta serie periódica de la historia del arte argentino de los últimos tiempos podría sobreponerse a la serie histórica de la política Argentina de la segunda mitad del siglo. Intento este ejercicio para tratar de comprender cuáles son las razones de esta partición por una parte y cuáles son los elementos que han contribuido a la inexistencia de un continuo de pertenencia en el claustro  visual.

Se verifica, es cierto, una fragmentación en los grupos y en muchos casos también en las poéticas, pero en el caso propio de las artes visuales dicha fragmentación no sólo se debe la ruptura de los grandes discursos sino también al quiebre histórico que sufre nuestro país desde hace mucho tiempo.

Los continuos quiebres institucionales que hemos vivido,  y que sería muy largo describirlos y se suceden desde l930 se resolvieron en todos los casos sobre la base de procesos de militarización del país, los últimos tiempos nos ofrecieron  el 55, el 62, el 66, el 76, y del 83 en adelante en su versión contemporánea de sometimiento por golpe de mercado.

Dichos quiebres fundaron su presencia sobre la base de la destrucción de toda forma de crítica a la idea que los sustentaba, de manera que los sectores que más padecieron los mismos fueron sin duda las áreas políticas e intelectuales del país, así hemos asistido a la destrucción y exilio de toda una camada de científicos, pensadores y artistas en el primero de los dos períodos más largos de intervención militar del año 66 y a la desaparición, muerte, exilio, silencio de toda una generación de ciudadanos que sin duda hoy serían actores insoslayables en el ámbito político y cultural del país en su etapa posterior y mas grave.

A su vez, a poco de reiniciada la meseta democrática, sufrimos todo tipo de amenazas de carácter militar y posteriormente asistimos al proceso de privatización nacional bajo la tutela de los organismos internacionales de crédito y las grandes corporaciones que se apoderaron de todo lo que era capital social y destruyeron la trama económica existente en nuestro país a través del proceso de concentración vigente por todos conocido.

¿Cuánto de todo esto se refleja en el campo del arte? Pues mucho, las manifestaciones más evidentes son la dificultad de establecer un diálogo generacional ya que los diferentes quiebres dieron lugar a migraciones, silencios, faltas de oportunidades, censuras y demás malas yerbas, lo que trajo como consecuencia que artistas que naturalmente debieran haber actuado en forma solapada en el tiempo y  confrontado obra y pensamiento en un mismo territorio, se vieron obligados a abandonar espacios ya por persecución, represión, censura de tipo ideológica o sensible si queremos llevarlo a otro extremo, imposibilitando un transcurso creativo y rico en discusiones y propuestas.

Esta circunstancia ha dado lugar a que cada camada de artistas que se acercaba al campo de las artes tenía pocos referentes del ejercicio antecedente.

Los procesos de militarización en su primera etapa lograron a través del sistema del temor y luego del horror que los individuos arribaran a un estado capsular  que, por razones que iban desde el pánico hasta la supervivencia, destruía todos los vínculos sociales y de contacto de manera que era muy difícil poder intercambiar opiniones, debatir, opinar, sin riesgo. Queda claro por otra parte que tareas vinculadas con los fenómenos creativos no se caracterizan por una poética de laboratorio sino que su principal forma de validarse está puesta en la confrontación de ideas puestas en formas. 

La continuación del proceso de reorganización nacional por otros medios, en este caso la economía, trajo como consecuencia una forma más “democrática” de encapsulación de los individuos, el mismo consiste en sobreimponer el concepto de mercado, eficiencia, y logros de objetivos personales con total desatención del encuadre social ya que el castigo ante el incumplimiento de dicho parámetro de comportamiento necesariamente llevará al individuo a situaciones de exclusión y anomia dentro de la sociedad.

Entonces, cómo no comprender  que tareas como las creativas, que en general se estructuran desde un gran espacio de introspección y soledad no se vean acentuadas ideológicamente por procesos como el que estamos viviendo.

Tal vez, a partir de esta situación podamos entender mejor la ridícula partición de las generaciones y el discurso de los artistas que muchas veces terminan aceptando ese criterio de generación espontánea como un valor en sí mismo negando en ese mismo instante su pertenencia a una cadena de sentido que hace tiempo viene circulando por los engranajes del arte.

 

La interdisciplina necesaria

 

Otro de los fenómenos que caracteriza los tiempos actuales del arte que se da en casi todas las  disciplinas es la capsularidad antes mencionada. La misma se verifica dentro de las mismas disciplinas como en las dificultades que se presentan entre los diferentes campos de la creación.

El conocimiento de carácter vertical, es decir aquél que se satisface y comprueba dentro de su propio territorio, es un saber que si bien puede brindar ciertas certezas en su construcción adolece de un principio de ombligo que no le hace demasiado bien al proceso creativo.

Así como en las ciencias se hace necesario investigar que otros métodos se emplean y que mecanismos se utilizan en el desarrollo de las mismas, en la órbita  de las artes se hace indispensable, en todo momento, lograr formas de interacción con  representantes de otros círculos para lograr una ampliación  de los objetos de atención sobre los cuales poder indagar en su propio campo.

Las fracturas que nos provoca este sistema entre los individuos se expanden hacia las disciplinas e impide la interfase y confrontación de procesos similares demorando innecesariamente la toma de posición frente a un sinnúmero de problemas que nos resultan comunes tanto en lo que hace a procesos de creación o ideación como en su faz instrumental.

Allí nos veremos con las dificultades por las que atraviesan los poetas, músicos, escritores, actores, artistas visuales, todos en su conjunto, hacen que nos vayamos  perdiendo de ir construyendo un cuerpo del sector cultural que sea activo y presente en todas las regulaciones del área que normalmente se define sin una participación de los interesados.

 

La cosa pública

 

Las transformaciones que se han verificado en nuestro país en materia económica y social, dieron lugar a un proceso concurrente con el marco global institucional en todo lo relativo a las artes visuales.

Así como el Estado depositó responsabilidades propias en terceros, llámense concesiones o la delegación de actividades a la gestión de privados y organizaciones no gubernamentales, dentro del ámbito artístico viene sucediendo algo similar aunque menos transparente.

Cuando nos referimos a delegar la gestión en estos ámbitos, hay que establecer que en el momento que dicha delegación se lleva a cabo, es el Estado, quien se desentiende de una responsabilidad histórica y cultural, y transfieren la administración de los bienes y acciones culturales a un poder corporativo indefinido cuyo objetivo, si bien aparenta una preocupación o interés cultural, en realidad se lo apropia sin costos y lo tiñe y lo invade con su presencia.

Asimismo, en lo que hace a los resabios operativos de la gestión pública se produce un proceso semejante.

En estos casos quienes quedaron a cargo de distintas instituciones se han beneficiado con una delegación sin control ni políticas consensuadas con un programa mayor  y son ellos quienes en el mejor de los casos las diseñan y  las elevan para su aprobación de la superestructura cultural y política, la cual ante el empobrecimiento del Estado, el desconocimiento de la actividad a desarrollar y la falta de comprensión del valor que significa para un país y más singularmente para una ciudad el “marketing cultural “, lo abandonan a las decisiones de terceros.

La conducción de dichos espacios quedó en manos de gerentes que las condujeron o las siguen conduciendo desde una coloración tan propia que desaparece la luz del museo o institución para enfocarse sobre su director.

Este fenómeno se produce a partir del desfinanciamiento del sector cultural, ya que en estos casos no se puede aducir que son instituciones que si bien producen bienes requeridos por la comunidad están incapacitadas para administrarlos y contribuyen al déficit fiscal o cuasi fiscal como fueron los casos típicos del sector energético, del transporte y de las comunicaciones.

En estos casos, el aporte presupuestario es compensado con el aporte  de las empresas privadas bajo distintos regímenes de “asociación”, como el sponsoreo, el auspicio, el aporte de bienes o servicios a cambio de imagen institucional.

Así el espacio cultural es apropiado por las diferentes corporaciones empresarias en complicidad, indiferencia frente al origen de los fondos o en el mejor de los casos, recurso extremo de supervivencia.

De esta manera los directores de las instituciones dejan de actuar en el campo que les compete, es decir, la programación de las actividades, la definición de su campo de injerencia, el diseño del museo, etc., para convertirse en gestores económicos en la búsqueda de subsidios, benefactores, colaboradores, etc. de las diferentes actividades.

Estas acciones llegan a presentar casos ridículos como por ejemplo el alquiler del museo para realizar casamientos o el uso de las instalaciones para presentaciones de productos de empresas, reuniones corporativas o también eventos, si bien cercanos a lo cultural como el caso de presentaciones de libros, que se llevan a cabo no desde una decisión de la institución para ofrecer un canal para favorecer las relaciones interdisciplinarias con otras actividades sino como un mero alquiler de espacio para otras actividades.

Esto trae como consecuencia que tareas relacionadas con el estatuto de las instituciones sean  relegadas para dar lugar  en primer término a las tareas de seducción necesarias para lograr un fondeo adecuado.

 

La huelga japonesa

 

Uno de los mecanismos posibles para hacer más presente las circunstancias por las que atraviesan los artistas es poner en práctica una suerte de sobreproducción de hechos, eventos, sucesos que convoquen la atención de todo el sistema. Por otra parte no diferiría mucho más de lo que actualmente se viene haciendo pero desde la conciencia que este fenómeno nos pertenece y por nuestra actividad desbordar en forma permanente todos los canales de circulación del arte.

En la medida que dichos espacios sean activamente sobre exigidos y ante la inevitable falta de respuesta y reacción de los mismos ante la avalancha de acontecimientos se verá que la única forma de contener esta insurrección creativa será la de constituir otros mecanismos de administración de la creación que necesariamente van a estar gestionados por los artistas y que confrontarán desde otra retórica las instituciones existentes.

El tema no pasa por una iconoclasia preestablecida sino buscar la manera que toda producción de arte se pueda canalizar por nuevos espacios que tendrán a los artistas como protagonistas y que convivirán e interpelarán al sistema vigente desde los hechos, sosteniéndose en la propia obra y en los mecanismos de apertura que su creatividad pueden llegar a brindarle.

 

La enseñanza del arte

 

Mas allá de Las universidades y los institutos de enseñanza artística, orientados en general a formar docentes de escuelas primarias y medias con dudoso éxito, (quienes han tenido que atravesar los trabajos prácticos de sus hijos teniendo alguna formación dentro de las artes  pueden asegurarlo), parece confirmarse que la enseñanza del arte en nuestro país está signada básicamente por los talleres, seminarios, clínicas, experimentación sobre técnicas, procedimientos, sistemas de pensamiento y procesos de creación que los artistas han venido llevando adelante desde hace mucho tiempo.

En relación con la educación informal puede argumentarse que si bien en otros tiempos la educación en institutos oficiales fue importante en el proceso de formación de artistas más allá de los objetivos de reproducir educadores en arte,  hoy día las mismas son un ejemplo más  de un mismo proceso de destrucción de los sistemas educativos públicos y han quedado abandonados a un escalafón desangelado y constituyen un renglón gravoso del presupuesto educativo.

Hay que considerar con atención en este punto también la condición anticipatoria del arte en relación con los procesos sociales, en cuanto el proceso de abandono los haya tenido como una expresión de vanguardia, que después  fue contaminando al resto de los sectores.

Pero, volviendo al sistema informal, cuentapropista y desarticulado de la enseñanza del arte debe reconocérsele un valor insospechable en el fenómeno de la persistencia ya que después de destruido el sistema educativo, habiendo desmantelado la presencia de intelectuales a través de los procesos de militarización, desaparición y muerte y finalmente por el sometimiento al orden económico de los distintos gobiernos que han conducido los destinos del país, fueron los mismos artistas quienes se dedicaron a cubrir esa ausencia a través de sus cursos y talleres.

Es decir que a pesar del  programa sistemático de destrucción de todas las formas de reflexión crítica fue, la comunidad del arte, la que se dedicó a salvar una herencia de obra y pensamiento de la manera que mejor podía.

Así, desde hace tiempo y particularmente desde los años 80 venimos asistiendo a un proceso de recreación, recuperación y fomento de la creación artística que, casi considerado desde una condición biológica, se podría explicar desde el fenómeno de sobre - reproducción de las especies frente a la amenaza de la extinción. Fenómeno que se aprecia tanto en las cucarachas, las pulgas y las ratas así como en los sectores sociales más desprotegidos del planeta.

Al mismo tiempo, ese sistema aleatorio de formación  sirvió como sustento principal a la mayoría de los artistas activos de nuestro país, en este caso se da una doble circunstancia que merece su observación. Por un lado los artistas aseguraban una supervivencia a partir de la docencia privada ( privada de dinero, de perspectivas, y de tiempo para dedicarle al arte como tarea principal) y al mismo tiempo generaban  varias generaciones de supuestos competidores en el propio campo donde ellos se desempeñaban. Quienes conocemos de cerca el sistema del arte en la Argentina sabemos que los “maestros” en general son muy generosos con sus alumnos, organizan muestras de taller, los impulsan a buscar su camino orientándolos en la búsqueda de espacios donde exponer, los animan a presentarse a concursos, premios y demás formas de validación del arte, escriben cartas de recomendación para los sistemas de premios, becas y demás yerbas, los presentan a críticos e instituciones, en fin, todos los procedimientos que hacen a la inauguración de su carrera. En muchos casos les tratan de explicar como funcionan todos esos procedimientos y en la mayoría de los casos les advierten de las frustraciones que le va a deparar esa senda.

Ahora bien, desde el punto de vista económico esto no tendría explicación alguna, ya que este procedimiento sólo contribuye a incrementar la oferta de artistas a un mercado deprimido y desinteresado de las artes, sin embargo así sucede, la única explicación, tal vez por el absurdo, sería algo cercano a lo siguiente: dado que no existe ninguna posibilidad ni perspectiva de hacer del pensamiento un acto remunerado, deja de tener interés como mercado y opta por la saturación como sentido.

Pero si uno lo visualiza desde otra óptica podría llegar a pensar que los artistas que trabajan en la enseñanza del arte tienen una absoluta conciencia de la ineficiencia del sistema para absorber dicha capacidad creadora, en función de su propia experiencia y tal vez en una forma no totalmente conciente se instalan en una estrategia tanto de formar artistas como posible mercado futuro. Se dan muchos casos en que alumnos pasan a ser consumidores de arte, en otras ocasiones aquellos que no siguen en el sendero del arte se convierten en público calificado para interpretar los procesos creativos, en muchas ocasiones las sombras de las artes  se derraman por familias o instituciones que posteriormente actúan con una disposición mejor en relación con lo cultural, en fin, un sinnúmero de posibilidades.

Lo que sí queda claro que tanto desde la formación de la oferta del mercado, es decir productores de arte, así como de su demanda son los mismos artistas quienes más han realizado por su existencia.

Por otra parte sabemos lo poco que se ha hecho desde el sistema de la administración del arte en ese sentido. Es raro ver que galerías u otras instituciones dediquen esfuerzos a la difusión, comprensión y disfrute de las artes visuales.

De manera que, en este punto también han sido los artistas quienes directa o indirectamente, a conciencia o de puro azar fueron conquistando los ojos de los diferentes actores del campo visual.

Se verifica otra vez mas que el sistema de administración del arte ha abandonado parte de su tarea y realmente da para pensar que en realidad su objetivo último sigue siendo el de la intermediación de la fama sin mayor inversión que la de esperar que tanto los productores como los consumidores pasen por la puerta de su rancho a ver si enlazan a alguno en una estrategia de carácter absolutamente especulativa y que en general a lo único que apunta es a la gloria personal instantánea o al ejercicio de un poder que ejercen por la sola presencia ocupada en el mantenimiento de su propia vidriera.

 

 

La alternativa independiente

 

Frente a todos estos acontecimientos, parece entenderse que continuar por la senda que nos ofrece la administración del arte con todos sus sistemas oficiales, entendiéndose por tales aquellos establecidos tanto del ámbito privado como del público, nos va a proveer mas de lo mismo. Por ello una alternativa para oxigenar el ambiente y abrir las puertas de los canales de circulación, comercialización y validación de los productos artísticos puede estructurarse desde la gestión de los propios artistas sin que dicha acción demande una repulsa militante a lo existente, simplemente circular desde otras propuestas y con parámetros de trato diferentes que de alguna manera terminen constituyendo una nueva forma de relacionarse de los artistas entre sí y establecer vínculos de otra naturaleza con la comunidad.

Por otra parte, en este esquema hay que cuidarse de las recetas románticas que nos pueden llevar a situaciones gratuitas de alternativismo sin programa. De lo que se esta hablando es de operar sobre el sistema de poder vigente, transformarlo y ampliarlo para que el mismo tenga otras posibilidades y alternativas para el desarrollo de la cultura mas allá de las existentes.

 

La organización de la resistencia

 

Existe un sinnúmero de alternativas para lograrlo, repasando lo que venimos exponiendo surgen a primera vista las siguientes experiencias que pueden multiplicarse como flores o cucarachas y habrá que bancárselas tanto en su inteligencia para organizarse como en sus propuestas estéticas:

Organizarse en grupos de artistas que compartan espacios para la producción, inaugurar espacios donde circulen fenómenos de diferente naturaleza,  invadir otras áreas del arte desde la propia disciplina, recordar permanentemente a quienes nos antecedieron como artistas y ya no están entre nosotros, construir la memoria del arte, actuar en los contornos de la política o las circunstancias sociales, alentar a críticos e historiadores del arte a investigar sobre temas de nuestro interés además de nosotros mismos, asociarse, mezclarse, poetas, actores, músicos y demás lacras para organizar eventos y discutir acerca de los procesos de la cultura en el país, abrir bares temáticos,   elaborar programas de intercambio y discusión, acceder al registro y a la crítica tanto de obra como de procesos, apropiarse de espacios para su incorporación al circuito del arte, sostener experiencias únicas como el arte correo o la poesía visual, apoyar nuevas experiencias de gestión y apropiación en espacios públicos, dar apoyo y aliento a nuevos espacios que se abren a los artistas y al público,  abrir los e mail para la difusión de las actividades intercambiar direcciones de colegas, críticos, becas, instituciones y gente interesada en las artes, incorporar e involucrar a los alumnos de los talleres en la organización de las muestras para que conozcan el "backstage" del arte, participar en cuanta acción a favor de la actividad  se lleve adelante, solicitar transparencia en los procedimientos de selección de premios o concursos, opinar, impugnar, interpelar, objetar toda cuestión que lo merezca, sostener la atención de los artistas, pensar, proponer y estimular toda forma alternativa de participación, hacer y  dejar hacer, tejer la red. Reconstruirla. Recrear la voluntad.

Hacer obra el deseo.

 

Un abrazo

 

Fernando Fazzolari

 

Fernando Fazzolari nace en Buenos Aires en 1949. En 1969 estudia Pintura con Jorge Demirjián y en 1971 estudia dibujo con Julio Pagano. Hasta 1973 participa en diversas muestras colectivas y realiza algunas exposiciones individuales. Hacia fines de 1973 abandona la actividad plástica y concluye sus estudios universitarios. Retoma la pintura en 1983. Desde entonces ha hecho múltiples exposiciones individuales y ha recibido incontables premios. Dirige la publicación El surmenage de la muerta y el sitio www.kulturburg.com.ar



[1] El debate entero fue publicado en las ediciones de Plebella #3 y #4..